La cachetada resonó en su cara de ángel y en el silencio del ocaso. Corrió. Subió, subió, subió. Con gran agitación llegó a la azotea del rascacielo. Miró hacia abajo, muy abajo. Extendió sus brazos y se lanzó al vacío. Una lágrima, por su mejilla. Plumas por el aire. Una aureola en caída.