Cada tanto nos vemos sacudidos por noticias de cambios de ortografía anunciados por la Real Academia Española de Letras. La sociedad reacciona ante ello a través de opiniones diversas, tanto de especialistas en lengua española, de escritores, periodistas, docentes, como de los hablantes comunes. Esto es así pues a todos nos interesa lo referido al lenguaje y, particularmente, a la lengua, puesto que ella es el instrumento de comunicación entre las personas y de mediación con el mundo que nos rodea.
La lengua, en su carácter comunicacional, debe responder a las necesidades sociales y personales. De ahí que evoluciona junto con la realidad de la comunidad hablante. La lengua oral cambia permanentemente, en tanto la lengua escrita tiende a la conservación, lo que provoca ciertos desfasajes entre una modalidad y la otra. Sin embargo, los vertiginosos avances tecnológicos han generado cambios incesantes y marcados, también, en la escritura. Pensemos en los mensajes de texto y las polémicas variaciones en su escritura.
La Real Academia Española recoge esas modificaciones, las analiza y, si corresponde, las plasma en su publicación. Por lo general, el uso se impone de antemano a la declaración de los órganos que velan por la lengua. Es lo que sucede con el nombre ye del grafema “y”, nombre empleado desde hace tiempo y que hasta ahora convivió con la denominación y griega, al menos en nuestro país.
Es coherente la explicación dada respecto de usar la letra “q” en que - qui, y no cuando corresponde a ca- co- cu. Por ello, si escribimos Qatar debe ir en letra cursiva indicando que es la escritura de la palabra en su propio idioma.
Para nosotros que denominamos ve corta a la letra “v”, será un problema llamarla uve. Esta decisión de la RAE toma en cuenta el uso de España, pero no de otras áreas hispanohablantes, como el caso de nuestro país. ¿Empezaremos a decir que vaca se escribe con uve?
Un párrafo aparte merece la desaparición de “ch” y “ll” en el alfabeto. Cada uno de ellos es un grafema doble o disgráfico, es decir, un solo signo ortográfico constituído por dos letras y que corresponde a un fonema. Ahora cabe preguntarnos: ¿cómo representaremos a los fonemas respectivos?
Que la Real Academia Española resuelva afirmar las transformacioness que la misma dinámica de la lengua produce, es lo esperable.
Pero serán los usuarios de la lengua escrita quienes consagrarán tales cambios con el uso. O no.
Prof. Cielito Alcaide
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