Había una vez, un castillo blanquísimo con torres de puntas bermellonas. En él,habitaba y reinaba un anciano y clemente rey, de larga barba blanca y mirada cansina. Vivía con su hija, la princesita, joven hermosísima que sonreía y acataba todo lo que su padre le pedía bondadosamente. Sin embargo, en cuanto al amor, ella amaba sola y secretamente a un hombre, el Príncipe Calenchu.
Un día, todo vestido de negro, el amado de la princesita llegó hasta el castillo y le pidió la mano de su amada, la amorosa princesita, al bondadoso rey. Pero, hete aquí que el anciano le respondió misericordiosamente desde el trono, que no podía ser así, dado que su hija debía casarse con el hijo de un rey vecino, a quien estaba prometida.
Un gesto adusto le hizo bajar los ojos y la cabeza a Calenchu, quien estaba hincado con una rodilla en el piso; acató resignadamente al bondadoso anciano y sin mencionar palabra se retiró inmediatamente, desapareciendo tras su larga capa. Sin saludar a la princesita, se alejó raudamente del castillo blanco. Al llegar a una lomada distante a cientos de metros del castillo, y siempre de espaldas, hundió hasta el fondo de un cilindro rojo, una manija horizontal para luego girarla un cuarto de vuelta mientras sonreía mirando alienada y fijamente el cilindro. Detrás del Príncipe Calenchu se pudo ver como un hongo atómico se elevaba desde el lugar ocupado por el castillo y su buena gente. ¡A la m...erda con el castillo, el anciano rey y la amorosa princesita!
Raúl Alcaide
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En honor a la verdad, que por más dura y cruel sea como en el caso que nos acude, debo decir, -y saldo-, que ese inefable texto emparentado entre el título y la apócrifa autoría, es hijo pródigo de las fauses literarias de Osvaldo Marcial, (a) "Osvaldito", quien entregó a S. S. en mano propia, de las propias manitas temblorosas de O.M., para su tutela, indicando con precisas y magras instrucciones, posturas y actitudes para su lectura correcta, la cual debía de ser hecha de pié, y en voz alta, en tono del sí sostenutto, andantino ma non troppo.
ResponderEliminarO.M., ¡quedas reinvindicado!